Sueño con un Misionero de la Sagrada familia que, con humildad y sencillez, valentía y esfuerzo, curiosidad y creatividad, generosidad y decisión, se arriesgue a asumir el constante desafío de subir a la montaña, con la plena certeza de saber que en ella Dios se muestra e invita a vivir la más profunda experiencia de un encuentro transformador que llena de sentido, contenido y consistencia nuestra existencia. Que posea esa convicción de fe para hacer de ese encuentro un verdadero y renovador acontecimiento de Nazareth: dejar que Cristo se encarne en su vida y amar y sentirse amado por él. Vivir en Cristo, por Cristo y por el prójimo.
Sueño con un Misionero de la Sagrada Familia que ame su vocación y que abrace la vida religiosa en entrega y fidelidad, en servicio y gratuidad.
Que acoja la vida en comunidad, fundándola en el respeto y el amor mutuo que supera toda regla y constitución, descubriendo en ella lo significativo y novedoso que resulta hacer caminos de común-unión.
Que tenga la humildad y disponibilidad suficiente para aprender a morir a sus intereses, a sus proyectos personales, en pro del proyecto común, en donde prevalezca lo nuestro por sobre lo mío… lo tuyo…
Que viva el hoy de la vida religiosa en fidelidad creativa al seguimiento de Jesús, reconociendo en ella un verdadero espacio de realización, una inagotable fuente de dones y carismas que invitan a la misión y un camino gozoso de santificación.
Sueño con un MSF que viva su vida religiosa con alegría y entusiasmo, convencido de que Dios lo ha llamado a ser parte de esta familia fundada para mostrar a Dios… con un MSF que sea arriesgado e inquieto, y que rechace el conformismo que lleva a la mediocridad… Arriesgado y despierto, y que no se quede en la pasividad que nos lleva a marcar siempre el mismo paso y a no avanzar… Arriesgado y generoso y que siempre esté dispuesto a renunciar a la comodidad, a quedarse instalado en estructuras que dan seguridad y que cierran la mirada a lo novedoso y original.
Sueño con un MSF confiado y abierto a la acción del Espíritu, dócil a su presencia, que constantemente crea y recrea la vida religiosa abriéndola a lo nuevo, a lo siempre sorprendente, fascinante y desafiante de su misión. Un MSF atento a los signos de los tiempos, a esa misteriosa presencia de Dios en la historia de la humanidad desde la cual nos habla, interpela y exhorta a ser audaces y originales en la búsqueda de nuevas sendas que revitalicen nuestra respuesta a Dios.
Sueño con un MSF que haga de su vida un continuo discernir para descubrir y servir a Dios en aquellos que están más lejos. Un MSF que baje a la periferia, a lo marginal, allí donde se palpa la pobreza, pero también una profunda solidaridad, que no tema a ensuciarse las manos, bajarse del auto, andar a pie… Que no se quede en lo fácil, sino que se atreva a asumir lo difícil… Un MSF que siempre esté apostando por la pastoral de frontera, aquella que no se enmarca en los programas y límites parroquiales… Un MSF que, así como fue valiente en subir a la montaña, también lo sea para bajarla y abrirse a compartir con otros.
Sueño con un MSF que ame la vida de Dios que late en él y en cada uno de los rostros de hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños de nuestros barrios villas y poblaciones. Rostros muchas veces desesperanzados, sufrientes, violentados, deprimidos, oprimidos y desilusionados que necesitan ser acogidos, levantados, sanados, liberados, amados… Un MSF que se haga sensible antes las realidades de sus hermanos de caminada y se haga compasivo con ellos.
Sueño con un MSF que se comprometa siempre con aquellos intransables valores, tan humanos y cristianos, como lo son la vida, la justicia, la solidaridad, la verdad, la libertad, la reconciliación. Que reconozca en cada rostro que pisa esta tierra a un verdadero hijo de Dios que merece siempre ser dignificado en su ser humano, en su ser persona. Que alce proféticamente su voz ante toda deshumanización, injusticia y explotación.
Sueño con un MSF que haga de su vida y consagración un testimonio viviente de la presencia de Dios que se quiere mostrar. Un MSF que entienda que el verdadero testimonio de vida está atravesado por un profundo, dinámico y vivo espíritu de Nazareth que quiere anidar en él, y que no permite dobleces en nuestra vida, estándares ajustados a nuestra medida y discursos hermosos, cuestionadores, pero no hechos de vida.
Sueño con un MSF que viva en Jesús, María y José. Que aprecie los sacrificios, que deposite su confianza en Dios, que acoja continuamente su voluntad, que quiera realmente formar parte del plan de salvación de Dios para toda la humanidad.